lunes, 13 de agosto de 2007

Juicio

Sin rumbo, sólo, con una extraña providencia que guiaba, y con la frente estrecha constreñida a la espera de un omnipresente juicio final. Por eso de mi vida no hice nada, ni aún no hago nada.
Lo extraño de ese juicio (que yo asimilaba a un animal, a esos dragones imaginarios de mis siestas infantiles) es que venia para destruirnos y no para llevarnos. O sea no había infierno, sólo golpe.

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